El secreto de amar a Dios con todo tu ser

¿Eres una langosta o un conquistador?

¿Alguna vez has sentido que tus sueños son demasiado grandes para ti? ¿Que no tienes la capacidad, el talento o la fuerza para alcanzarlos? ¿Que hay obstáculos insuperables en tu camino? ¿Que los demás son mejores que tú y te miran con desprecio?

Si es así, no estás solo. Muchos de nosotros hemos experimentado esos sentimientos de inferioridad, de duda, de miedo. Sentimientos que nos paralizan y nos impiden avanzar hacia nuestras metas.

Pero déjame contarte una historia que puede cambiar tu perspectiva y tu actitud. Una historia que te mostrará el poder de tu imaginación y de tu fe.

Hace miles de años, el pueblo de Israel estaba a punto de entrar en la tierra prometida por Dios. Una tierra que fluía leche y miel, una tierra abundante y fértil. Pero antes de entrar, Dios les mandó enviar doce espías para reconocer la tierra y traer un informe.

Los doce espías fueron y vieron la tierra. Y vieron que era buena, que tenía frutos grandes y dulces, que era hermosa y deseable. Pero también vieron que había gigantes, habitantes poderosos y ciudades fortificadas.

Cuando volvieron, los doce espías dieron su informe delante de todo el pueblo. Diez de ellos dijeron:


No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros. Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura.
También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos.

¿Qué hicieron estos diez espías? Se dejaron llevar por lo que veían con sus ojos físicos. Se compararon con los gigantes y se sintieron pequeños e insignificantes. Se imaginaron siendo devorados por la tierra y por sus enemigos. Se creyeron langostas y así se proyectaron ante los demás.

Pero hubo dos espías que tuvieron una visión diferente. Dos espías que vieron más allá de las apariencias. Dos espías que confiaron en la promesa de Dios. Dos espías que se atrevieron a soñar en grande.

Uno de ellos se llamaba Caleb. Y él dijo:

Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos

¿Qué hizo Caleb? Se dejó guiar por lo que veía con sus ojos espirituales. Se comparó con Dios y se sintió fuerte y capaz. Se imaginó poseyendo la tierra y disfrutando de sus bendiciones. Se creyó un conquistador y así se manifestó ante los demás.

¿Qué pasó después? El pueblo escuchó el informe negativo de los diez espías y se llenó de pánico y desesperación. Se rebelaron contra Dios y contra Moisés. Y por su incredulidad, tuvieron que vagar cuarenta años por el desierto hasta morir.

Pero Caleb y el otro espía fiel, Josué, entraron en la tierra prometida junto con la nueva generación. Y recibieron su heredad como recompensa por su fe.

¿Qué podemos aprender de esta historia? Que nuestra imaginación y nuestra fe son las que determinan nuestro destino. Que podemos elegir ver las cosas desde el punto de vista de Dios o desde el punto de vista del hombre. Que podemos elegir ser langostas o conquistadores.

¿Qué quieres ser tú? ¿Qué sueños tienes en tu corazón? ¿Qué obstáculos ves en tu camino? ¿Qué informe estás escuchando?

Te invito a que hagas como Caleb. Que imagines lo que quieres ser, tener o hacer. Que lo sientas como si ya fuera realidad. Que lo declares con confianza y convicción. Que lo compartas con otros que te apoyen y te animen.

Y verás cómo se cumplirá tu palabra. Porque Dios está contigo y te ha dado el poder de crear tu realidad con tu imaginación y tu fe.

No seas una langosta. Sé un conquistador.

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