El secreto de amar a Dios con todo tu ser

El pan del cielo: una historia de fe y gratitud

¿Alguna vez has sentido que la vida te ha tratado mal? ¿Que no tienes nada que agradecer? ¿Que Dios te ha abandonado en medio de tu desierto? Si es así, esta historia es para ti.

Hace mucho tiempo, hubo un pueblo que vivió una situación similar. Se llamaban los israelitas, y habían sido esclavos en Egipto por cientos de años. Allí sufrían opresión, maltrato y explotación. Pero un día, Dios los liberó con poderosas señales y prodigios. Los sacó de Egipto con mano fuerte, y los guió por el desierto hacia la tierra prometida.

Sin embargo, el camino no fue fácil. El desierto era un lugar inhóspito, donde escaseaba el agua y la comida. Los israelitas pronto empezaron a quejarse y a murmurar contra Dios y contra Moisés, su líder. Decían que preferían haber muerto en Egipto, donde al menos tenían pan y carne para comer. Se olvidaron de las maravillas que Dios había hecho por ellos, y se rebelaron contra su voluntad.

Pero Dios no los abandonó. A pesar de su ingratitud y su falta de fe, les proveyó de una manera milagrosa. Les dijo a Moisés:

He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no. Mas en el sexto día prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día. (Éxodo 16:4-5)

Así fue como cada mañana, al despertar, los israelitas encontraban sobre la superficie del desierto una sustancia blanca y fina, como escarcha. Era el maná, el pan del cielo que Dios les enviaba. Tenía un sabor dulce, como a miel, y podía prepararse de diversas formas. Era el alimento perfecto para su viaje.

Pero había una condición: debían recoger solo lo necesario para cada día. Si guardaban más, se echaba a perder y criaba gusanos. Solo el sexto día podían recoger el doble, para tener suficiente para el séptimo día, que era el día de reposo.

De esta manera, Dios les enseñaba a confiar en él, a obedecer sus mandamientos, y a ser agradecidos por su provisión. Les mostraba que él era su verdadero sustento, y que no vivían solo de pan, sino de toda palabra que sale de su boca.

¿Qué significa esto para nosotros hoy en día? ¿Cómo podemos aplicar este mensaje a nuestra vida?

El maná que caía del cielo representa la sustancia de la imaginación, que es capaz de tomar cualquier forma que le demos. El pueblo de Israel tenía que salir cada día a recoger el maná, lo que significa que tenían que imaginar diariamente lo que deseaban, sin dejar de confiar en la provisión divina. El hecho de que tenían que recoger sólo la porción de cada día implica que no debían preocuparse por el futuro, sino vivir en el presente y sentirse satisfechos con lo que tenían. El hecho de que tenían que guardar el doble el sexto día significa que debían prepararse para el descanso del séptimo día, que simboliza el estado de realización y gratitud por haber recibido lo que se deseaba.

Así pues, podemos aprender de este pasaje que si queremos manifestar algo en nuestra vida, debemos hacer lo siguiente:
  • Imaginar diariamente lo que queremos con detalle y emoción, como si ya fuera una realidad.
  • Confiar en que Dios nos proveerá todo lo necesario para cumplir nuestro deseo, sin dudar ni temer.
  • Vivir en el presente y disfrutar de lo que tenemos, sin ansiedad ni apego.
  • Agradecer por todo lo que recibimos y celebrar nuestro éxito.
Así pues, este pasaje nos invita a usar nuestra imaginación como una herramienta poderosa para crear nuestra realidad, y a confiar en que Dios nos proveerá todo lo que necesitamos y más, si seguimos sus leyes espirituales.

¿Qué podemos aprender de esta historia? Que Dios es fiel y bueno con nosotros, aun cuando nosotros no lo seamos con él. Que él sabe lo que necesitamos, y nos lo da en el momento oportuno. Que él quiere que vivamos en armonía con él y con los demás, siguiendo sus principios de amor y justicia. Y que él desea que seamos felices y disfrutemos de sus bendiciones, reconociendo su origen divino.

Así que la próxima vez que te sientas desanimado o descontento con tu situación, recuerda el pan del cielo. Recuerda que Dios te ama y te cuida. Recuerda que él tiene un plan para tu vida, y que te llevará a tu destino final. Y recuerda darle gracias por todo lo que te ha dado, y por lo que te dará mañana.

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