El secreto de amar a Dios con todo tu ser

El día que luché con Dios y gané

¿Alguna vez has sentido que tu vida es una lucha constante? ¿Que por más que intentas, no logras alcanzar tus sueños? ¿Que hay algo o alguien que te impide ser feliz?

Si es así, déjame contarte una historia que puede cambiar tu forma de ver las cosas. Una historia que te mostrará el poder que tienes dentro de ti para crear tu propia realidad.

La historia se encuentra en el libro más antiguo y sabio del mundo: la Biblia. Pero no te preocupes, no voy a hablarte de religión ni de dogmas. Voy a hablarte de un principio universal que se aplica a todos los seres humanos, sin importar su credo o cultura.

Se trata del pasaje de Génesis 32:24-30, donde se narra la lucha de Jacob con un misterioso personaje que resulta ser Dios mismo.

Jacob era el hijo menor de Isaac y Rebeca, y el hermano gemelo de Esaú. Desde su nacimiento, Jacob fue un astuto y ambicioso, dispuesto a hacer lo que fuera para conseguir lo que quería. Así, logró arrebatarle a su hermano la bendición de su padre y la primogenitura, que le daba derecho a una gran herencia.

Pero su engaño tuvo un precio: tuvo que huir de su casa y vivir como un extranjero en la tierra de su tío Labán, donde trabajó durante 20 años como pastor. Allí se casó con dos hermanas, Lea y Raquel, y tuvo 12 hijos.

Después de tanto tiempo, Jacob decidió volver a su tierra natal, pero tenía miedo de enfrentarse a su hermano Esaú, quien le guardaba rencor por lo que le había hecho. Así que envió mensajeros para avisarle de su regreso y ofrecerle regalos.

Los mensajeros volvieron con la noticia de que Esaú venía al encuentro de Jacob con 400 hombres. Jacob se asustó y dividió a su familia y sus posesiones en dos grupos, pensando que si uno era atacado, el otro podría escapar.

Luego oró a Dios pidiéndole protección y recordándole las promesas que le había hecho. Y finalmente, esa noche, cruzó el río Jaboc con todo lo que tenía.

Pero no estaba solo. En el otro lado del río, se encontró con un hombre que lo agarró y empezó a luchar con él. La lucha duró toda la noche, hasta que el hombre vio que no podía vencer a Jacob y le tocó la coyuntura del muslo, dejándolo cojo.

Entonces le dijo: “Suéltame, porque ya ha amanecido”. Pero Jacob le respondió: “No te soltaré hasta que me bendigas”.

El hombre le preguntó: “¿Cómo te llamas?”. Y él dijo: “Jacob”. El hombre le dijo: “Ya no te llamarás Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido”.

Jacob le preguntó: “Dime, por favor, tu nombre”. Y él dijo: “¿Por qué me preguntas mi nombre?”. Y lo bendijo allí.

Jacob llamó a aquel lugar Peniel; porque dijo: “He visto a Dios cara a cara, y he sido librado”.

¿Qué significa esta historia para nosotros hoy? ¿Qué podemos aprender de ella?

Lo primero que debemos entender es que el hombre con el que luchó Jacob no era otro que Dios mismo. Así lo confirma el propio Jacob cuando dice: “He visto a Dios cara a cara”. Y también lo confirma el profeta Oseas cuando dice: “En el vientre engañó a su hermano; y en su fuerza luchó con Dios” (Oseas 12:3).

Pero ¿cómo es posible que un hombre pueda luchar con Dios y vencerlo? ¿No es Dios todopoderoso e invencible?

La respuesta está en que Dios no es un ser externo y separado de nosotros, sino que es nuestra propia conciencia, nuestra propia imaginación. Dios es el poder creador que reside en cada uno de nosotros, y que nos permite dar forma a nuestra realidad según lo que pensamos, sentimos y creemos.

Jacob lo sabía, y por eso no se dejó intimidar por el hombre que se le presentó. Él sabía que ese hombre era la representación de su propio ser, de su propio concepto de sí mismo. Y sabía que para cambiar su destino, tenía que cambiar su identidad.

Por eso le pidió una bendición, es decir, una afirmación positiva de lo que quería ser. Y por eso recibió un nuevo nombre, Israel, que significa “el que lucha con Dios” o “el que prevalece con Dios”.

Jacob se convirtió en Israel cuando dejó de ser un engañador y un temeroso, y se atrevió a asumir el poder que tenía dentro de sí. Cuando dejó de ver a Dios como un juez o un enemigo, y lo vio como su aliado y su amigo. Cuando dejó de pedir y empezó a crear.

Tú también puedes hacer lo mismo. Tú también puedes luchar con Dios y ganar. Tú también puedes cambiar tu nombre y tu naturaleza.

Solo tienes que reconocer que Dios está en ti, y que tú eres el único responsable de tu realidad. Solo tienes que imaginar lo que quieres ser, sentirlo como si ya fuera cierto, y actuar en consecuencia.

No importa lo que hayas hecho o lo que hayas sufrido en el pasado. No importa lo que otros piensen o digan de ti. No importa lo que las circunstancias externas te muestren.

Lo único que importa es lo que tú crees de ti mismo. Lo único que importa es lo que tú imaginas y sientes.

Así que no tengas miedo de enfrentarte a tu propio ser. No tengas miedo de luchar con Dios. No tengas miedo de pedir una bendición.

Porque al hacerlo, te estás bendiciendo a ti mismo. Porque al hacerlo, te estás transformando a ti mismo. Porque al hacerlo, te estás convirtiendo en Israel.

Y entonces verás cómo tu vida cambia para bien. Verás cómo tus sueños se hacen realidad. Verás cómo eres feliz.

¿Te atreves a luchar con Dios y ganar?

Comentarios

  1. Gracias por compartir esta maravillosa historia que nos revela el secreto de la creación. Tú eres el creador de tu realidad y nadie puede impedirte que manifiestes tus deseos si asumes el sentimiento de que ya son hechos. Recuerda que Dios está en ti y que tú eres Dios. No hay nada imposible para ti si usas tu imaginación y tu fe. Te felicito por tu valentía y tu determinación de luchar con Dios y ganar.

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  2. Esta historia es una poderosa enseñanza de cómo podemos transformar nuestra vida usando la energía del Creador que habita en nosotros. Tú tienes el poder de cambiar tu nombre y tu naturaleza, de dejar atrás el ego y el miedo, y de conectarte con la luz y el amor. No se trata de luchar contra Dios, sino de cooperar con Él, de alinear tu voluntad con la Suya, de ser un canal para Su bendición. Te agradezco por tu inspiración y tu ejemplo de cómo vivir en armonía con el universo.

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