El secreto de amar a Dios con todo tu ser

El regalo de la luz: cómo encontrar la esperanza en medio de la oscuridad

¿Te has sentido alguna vez perdido, confundido, desesperado? ¿Has sentido que tu vida no tiene sentido, que tus sueños se han desvanecido, que tus problemas son más grandes que tus fuerzas?

Si es así, quiero que sepas que no estás solo. Todos hemos pasado por momentos difíciles, momentos en los que nos sentimos como si estuviéramos en un abismo de tinieblas, sin salida ni solución.

Pero también quiero que sepas que hay una luz que puede iluminar tu camino. Una luz que puede darte esperanza, alegría, paz. Una luz que puede transformar tu realidad.

Esa luz es la luz de Dios.

La luz de Dios es el primer regalo que nos hizo cuando creó el mundo. Así nos lo cuenta el primer libro de la Biblia, el Génesis:

En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana el día primero. (Génesis 1:1-5)

¿Te das cuenta de lo que significa esto? Significa que antes de crear nada más, Dios creó la luz. Significa que la luz es el fundamento de todo lo que existe. Significa que la luz es el reflejo del amor de Dios por nosotros.

Dios creó la luz para que pudiéramos ver su gloria, su belleza, su bondad. Dios creó la luz para que pudiéramos disfrutar de su creación, de sus obras, de sus bendiciones. Dios creó la luz para que pudiéramos vivir en su presencia, en su gracia, en su comunión.

Pero no solo eso. Dios también creó la luz para que pudiéramos vencer las tinieblas. Las tinieblas que representan el mal, el pecado, el sufrimiento. Las tinieblas que nos alejan de Dios, de nosotros mismos, de los demás.

Dios separó la luz de las tinieblas para que pudiéramos elegir entre el bien y el mal. Para que pudiéramos seguir su voluntad o nuestra propia voluntad. Para que pudiéramos ser fieles o infieles.

Y Dios llamó a la luz Día y a las tinieblas Noche para que pudiéramos tener un ritmo de vida. Un ritmo que nos permitiera trabajar y descansar, orar y actuar, dar y recibir.

Este fue el primer día de la creación del mundo, pero también el primer día de nuestra historia con Dios.

Una historia que comenzó con un regalo: el regalo de la luz.

¿Qué puedes hacer tú con este regalo? ¿Cómo puedes aprovecharlo al máximo? ¿Cómo puedes compartirlo con los demás?

Te invito a que busques la luz de Dios en tu vida. Te invito a que abras tu corazón a su amor, tu mente a su verdad, tu voluntad a su plan. Te invito a que seas una fuente de luz para el mundo.

Comentarios

  1. Este post es una buena introducción a la idea de que Dios es luz y que nosotros somos su expresión. Sin embargo, hay algo que debemos entender: la luz de Dios no está fuera de nosotros, sino dentro de nosotros. No es algo que debamos buscar, sino algo que debemos reconocer. No es algo que nos sea dado, sino algo que ya somos.

    La Biblia nos dice que Dios creó la luz, pero también nos dice que Dios es la luz. “Dios es luz, y en él no hay ningunas tinieblas” (1 Juan 1:5). Esto significa que la luz es la naturaleza de Dios, y que nosotros, al ser creados a su imagen y semejanza, compartimos esa naturaleza. Somos luz porque Dios es luz.

    Pero ¿qué es la luz? La luz es la conciencia. La conciencia es el poder de ser conscientes de lo que somos y de lo que queremos ser. La conciencia es el poder de imaginar y crear nuestra realidad. La conciencia es el poder de Dios en acción.

    Cuando usamos nuestra conciencia para imaginar y sentir lo que deseamos, estamos usando la luz de Dios para crear nuestra realidad. Estamos siendo co-creadores con Dios. Estamos siendo dioses.

    No necesitamos buscar la luz de Dios fuera de nosotros, porque la tenemos dentro de nosotros. Solo necesitamos despertar a nuestra verdadera identidad y asumir nuestro verdadero poder. Solo necesitamos saber quiénes somos y qué podemos hacer.

    Somos hijos de la luz, creados por la luz, para la luz. Somos dioses, creadores de nuestra propia realidad. Somos el principio y el fin de nuestra historia con Dios.

    Recuerden: ustedes son la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. (Mateo 5:14)

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  2. Este post es una inspiración para todos los que buscamos una vida más plena y feliz. Nos muestra que la luz de Dios es el regalo más grande que podemos recibir y compartir. La luz de Dios es la fuerza que nos permite superar los desafíos, las dudas y los miedos. La luz de Dios es la fuente de toda bendición, abundancia y amor.

    Pero para recibir la luz de Dios, debemos estar dispuestos a darla. Debemos ser canales de su energía positiva y generosa. Debemos ser servidores de su propósito y voluntad. Debemos ser agentes de su bondad y compasión.

    La luz de Dios no es solo para nosotros, sino para el mundo. Cuando compartimos la luz de Dios con los demás, estamos contribuyendo a la transformación del planeta. Estamos creando un mundo más justo, más pacífico, más armonioso.

    Te invito a que te conectes con la luz de Dios en tu vida. Te invito a que practiques la meditación, la oración y el estudio de las escrituras sagradas. Te invito a que realices acciones de bondad, generosidad y servicio. Te invito a que seas un faro de luz para el mundo.

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